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8 segundos y 3 décimas

Son las 15:08 del caluroso domingo 5 de noviembre de 2023. En el Juancho Garro un par de gurisas a las que les florece el amor por su club y la pasión por este deporte, darán vuelta todo en ocho segundos y tres décimas. Nadie lo sabe. En ese tiempo tan fugaz se meterán de cabeza en la historia y cambiarán lo que viene, para ellas y las chicas que tienen enfrente, con 14 y 15 años. Son 8.3 segundos la que las separa de la victoria más importante desde que juegan al básquet. Luego de tres días y seis partidos jugados en dos canchas, eso es lo que le queda al cuadrangular semifinal de este Nacional U15 de clubes. En 8.3 segundos, las chicas que ganen serán uno de los cuatro equipos de todo el país clasificadas para el cuadrangular final del campeonato.

Ni Parque Sur ni Berazategui, que hasta acá nos empacharon de básquet y ganaron todo lo que jugaron este año, merecen quedar afuera de esto, pero el deporte necesita que alguien pierda para enseñar. Es mucho para estas chicas que en solo una bola y un tiro se defina tanto. Pero la diferencia que tuvieron las redujo a este momento. Ya jugaron un partidazo, donde es muy difícil rescatar figuras. Estas chicas de 14 y 15 años de los dos clubes desparramaron talento, emociones, entrega y un tremendo amor por el juego. Varias son el futuro inmediato del básquetbol femenino en la Liga Nacional. Pero ahora, en 8 segundos y 3 décimas, hay un solo boleto para la final.

De un lado está Berazategui, el visitante, con su larga rotación, una estructura y un plan de trabajo, un espejo del hexacampeón de la Liga Nacional en Primera. Esta U15, que parece una U17 a simple vista, se codea en cada práctica con todo eso. Y ya tiene, por ejemplo, a Delfina Cineo en sus filas. En casi 40 minutos de partido estas chicas formaron una trinchera para que Parque Sur no le llegue hasta el canasto. Y están a 8 segundos y 3 décimas de lo que merecen: jugar para ser campeonas.

Del otro lado está Parque Sur, el local, el club de barrio que este año hasta le tocó perder dos partidos a nivel local porque a veces no llega ni con lo justo. Un equipo más de formativas a pulmón, en un club que a veces en sus intermedias busca pelotas para entrenar. Su corazón las hizo campeonas provinciales invictas en un final infartante en Paraná ante Paracao (uno de los equipos que también jugará la final nacional). Son gurisas que, con talento, la figura descomunal de Guadalupe Chiappella y el corazón, sacrificio y sentido de pertenencia de muchas más –las de esta foto– suplantan lo que falta para pararse enfrente de un Berazategui. Además, con tres jugadoras que se unieron este año cuando La Armonía se desarmó y que viajan desde Colón tres o cuatro veces por semana para poder entrenar.

A los 40 minutos de este partidazo le quedan esos 8 segundos y 3 décimas. Parque Sur ya le hizo sentir a Berazategui que esta vez puede perder. Parque Sur lo ganaba, pero a 17 segundos del cierre, Candela Romero metió un triple estupendo y Berazategui se puso al frente: 44 a 42. Gran parte del estadio quedó en silencio sintiendo que se esfumaba la clasificación. Entre los 17.5 segundos y los esos 8.3, Nahiara Pereyra se la quiso dar a Chiappella y Romero, que no debía dejar recibir la bola a Guadalupe para terminar de ser la chica del triunfo, casi la robó. Pereyra, que la rompió y se fajó con todas bajo los tableros, no la soltó. Dividida y fortuna de que la flecha le diera el saque a Parque Sur. Saque de costado, desde el banco de Berazategui, que defendió los 40 minutos muy bien.

Guadalupe Chiappella, con su admirable talento, guapeza y una cabeza increíble que entendió casi todos los momentos del partido otra vez, llegó a los 8.3 segundos con 16 puntos, figura y goleadora. Ya había metido 25 el día anterior. Ninguna novedad a esta altura. Pero hoy tenía 0 de 9 en triples. Pero hoy hasta había tirado el octavo triple segundos antes del bombazo de Romero y no había tocado ni el aro. Igualmente, todos sabíamos que la bola final sería de ella si la podían encontrar. Parque Sur dos puntos abajo. Bastaba meterse en la pintura y buscar la falta.

La zurda, la enana, esa morocha de ojos celestes y zapatillas verdes, se ajustó el colero una vez más. Y no le pesó nada porque lo mejor que tiene además de su pasión es entender esto como lo que realmente es: un juego a los 14 años, simplemente eso que tantas veces los grandes de afuera no entienden. Guada fue a sacar con 8 segundos y 3 décimas. Se la dio a su amiga, Mica Arufe, esa piba que el club contiene todos los días, que manejó los últimos ataques con Anita Godoy, que por un choque no tenía aire y sí lágrimas en sus ojos pero estas pibas no salen de una cancha en estos partidos ni desmayadas. Arufe la fue a buscar, para que se olviden de su amiga. Como la va a buscar, en patas, cada vez que llegan al club para tomar mate y contarse cosas de gurisas de 14 y armar los picaditos en mil ratitos de los infinitos tiempos muertos de todos los partidos. Y por eso todos queríamos que esa bola entre.

Mica gastó unos segundos. Descargó en Pereyra. Ninguna pudo sacar el tiro para forzar el suplementario. Guadalupe, increíblemente inmutable en medio de un estadio a los gritos, está casi donde sacó. Pereyra la encontró. Romero se la olvidó porque en los 7 segundos previos al tiro el partido se fue para otro lado. Y porque también es una nena. Guada estaba atrás de

todas, pero delante del banco visitante. Se corrió un metro para que Pereyra, sin tiro y sin tiempo, se la dé. Y con un segundo en el reloj la recibió y la tiró. Y en el aire de esa naranja al canasto que da ingreso al Garro y a la inundación, con los padres sureños sosteniendo los trapos y la banca de Berazategui sufriendo, viajó la última ilusión. El tiro fue justo, impecable. Y esta gurisa que cumplirá 15 años recién en febrero, que esperaba detrás de la puerta que su papá vuelva de laburar para pasarle la pelota apenas aprendió a caminar, que inventó que le dolían los brazos y decenas de excusas más para no ir más a Tela porque tenía que dejar 10 minutos antes el entrenamiento de básquet, que les dijo a los médicos y la kinesióloga hace un par de semanas que no iba a parar y que iba a jugar igual pese a las contracturas que no la dejaban ni caminar porque se venía la Selección U17 y esta semifinal… Sí, esa gurisa decidió sacar ese tiro después de 9 que había errado ese día. Porque ella juega al básquet simplemente. La naranja entró limpita, salió justa de sus manos y en el aire el reloj ya había gastado esos 8 segundos y 3 décimas.

Fue 45 a 44. Guadalupe Chiappella se largó a correr en el Garro y la primera del estadio que salió a buscarla por toda la cancha fue su hermana Luchi, la profe del equipo sentada en el banco; esa que Guada vio tantas veces jugar en aquel equipo de Clara Montañana y compañía que tanto básquet nos dieron. Ocho segundos y tres décimas para que estas pibas canten, se abracen, salten y se metan en la historia de un partido inolvidable más de las formativas del básquetbol uruguayense. Uno más. 

Estas gurisas jugaron el fin de semana sabiendo que sus madres y padres estaban ahí corriendo por la cantina, cobrando entradas, atendiendo tres delegaciones de afuera. Se tiraron a cada pelota sabiendo que en enero se estaba cocinando para juntar dinero y poder viajar o licitar. Jugaron por amor a un club, a un barrio y a un deporte. Esta U15 sureña de Tito Ibáñez jugó todos los partidos tirándose de cabeza en cada pelota entendiendo que atrás de ellas están sus familias, que durmieron muy poco para recibir a Berazategui, pero también a una delegación de Chubut y otra de Río Negro, con todo el laburo que eso implica durante tantos días.

Esos 8 segundos y 3 décimas, esa bola final que decidió entrar, ese tiro de Chiappella y lo que jugaron todas sus compañeras, fueron el merecido premio a todo eso. Hay que jugar. Simplemente eso. Al deporte y a la historia les encanta que sus páginas de gloria se inunden de eso. Se metieron de cabeza. Y lo mejor que nos puede pasar a los que amamos nuestro deporte es saber que van a seguir jugando, aunque haya que esperar a esos 8 segundos y 3 décimas para definir un boleto al futuro.

Gentileza:

Marcelo Sgalia – texto-

Daniela Tournour – fotografía-

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